La brisa suave de la tarde acariciaba las ramas de las encinas. El día era espléndido, con el sol filtrándose a través de las hojas.
Cristina emergió por la puerta de la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación vestida con un exquisito vestido victoriano de 1905. El vestido envolvía su figura en encaje y seda, acentuando su elegancia atemporal. Con su cabello recogido en un suave moño, irradiaba una belleza que parecía arrancada de los lienzos de un pintor del siglo XIX.
Álvaro, esperando en el altar. Su rostro reflejaba una mezcla de emoción y asombro mientras contemplaba a su amada caminando hacia él.
Ya en la Dehesa las Rozas, fue donde realmente se encapsuló la alegría y la vitalidad de la pareja.
Los amigos y familiares se entregaron a la diversión con risas y bailes.
Entre los brindis y los abrazos, Cristina y Álvaro irradiaban una felicidad contagiosa, recordándoles a todos la belleza del amor duradero. Su boda, llena de encanto vintage y alegría desenfadada, se convirtió en un recuerdo imborrable en los corazones de todos.
Gracias Cristina y Álvaro por dejarme narrar una parte tan bonita de vuestra historia.















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