La majestuosa Catedral de Badajoz se erguía imponente, como testigo de un día que resonaría en los corazones de Ana y Miguel por el resto de sus vidas. Entre las altas columnas y los vitrales que dejaban entrar rayos de luz dorada, se unieron en sagrado matrimonio, rodeados de familiares y amigos que llenaban el lugar con su cariño y alegría.
Tras la emotiva ceremonia, los recién casados y sus invitados se dirigieron hacia un lugar mágico, elegido con esmero para celebrar esta ocasión especial. Un jardín encantador rodeado de encinas centenarios y adornado con luces titilantes, esperaba para dar paso a una noche de diversión y celebración.
El amor impregnaba el aire, palpable en cada sonrisa, en cada gesto de complicidad entre los novios. Ana irradiaba belleza con su vestido blanco, mientras que Miguel lucía impecable en su traje oscuro. Juntos, formaban un cuadro perfecto de amor y felicidad.
La música comenzó a sonar, invitando a todos a la pista de baile. Ritmos del sur y música pop se entrelazaban, mientras los invitados se dejaban llevar por la magia del momento.
Los brindis se sucedían, cargados de palabras emotivas y buenos deseos para el futuro de los recién casados, un menú exquisita y el fluir de la bebida, brindaban un ambiente festivo y distendido.
Y así, entre la diversión, el amor y las risas, Ana y Miguel celebraron su unión en un día que quedará grabado en sus memorias para siempre.
Gracias Ana y Miguel por dejarme narrar una parte tan bonita de vuestra historia.















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